Historias de mi vida

“Mis amores de Internet”

Por en 26 noviembre, 2020

Unos meses antes de irme a vivir a España (a finales de los años noventa), el boom de las computadoras se destapó en el Perú. Y supongo que también en otros lugares del planeta.

La gente apostaba por los negocios a los que denominaban “Cibercafés”. Lugares públicos en donde pagabas por alquilar un ordenador, ya sea por minutos u horas, en sí el tiempo lo elegías tú. El nombre de Cibercafé, me parecía muy gracioso y nunca entendí por qué le llamaban así a esos sitios en donde había de todo menos café, ni siquiera en máquinas automáticas.

En aquella época, el acceso a Internet desde casa era bastante limitado. Por no decir nulo. Ya que al tratarse de toda una novedad, resultaba también muy caro mantener este servicio.

Yo, quien para aquel tiempo ya había terminado la universidad y me encontraba elaborando mi tesis para licenciarme, tenía que pasar cada día, varias horas al frente del ordenador, pues debido a las circunstancias me era obligatorio.

Sin embargo, una invitación por parte de una amiga, para ingresar a un chat muy conocido en aquel entonces, llamado mIRC, tuvo “la culpa” de que me convirtiera en una verdadera “adicta a Internet”. Y desde entonces ya no solo me conectaba para poder terminar con mi investigación universitaria, sino que también para chatear con los nuevos amigos, que iba haciendo en este chat a través de los días.

Qué divertido era todo eso. Ya que con tan solo un nickname o apodo, podías entrar a “chatear” en numerosas salas de distintos países de habla hispana.

Los primeros amigos que tuve fueron, sin duda, caballeros. ¡Huy! ¿Y qué podía ser más emocionante para una joven de veintipocos años, que conocer a chicos de diferentes lugares en el mundo? Para mí eso era toda una novedad, así que yo andaba literalmente emocionada, “enganchada” a mi nuevo vicio.

……

Pedro, Rafael y Jordi (españoles los tres), eran mis nuevos y más “cotizados” ciberamigos. Para mí era toda una costumbre acudir cada día a un cibercafé, para hablar por lo menos con alguno de ellos.

Pedro, era un chico de Castellón, tres años mayor que yo y el que a mí más me gustaba. Nuestras conversaciones diarias por Internet pronto pasaron a ser telefónicas. La mayoría de veces era él quien me llamaba y otras veces era yo.

No se imaginan el gasto que tenía que hacer para hablar con él, moría por escuchar su voz unos cuantos minutos al día. Las cuentas del teléfono al final de mes, me costaban los enfados de mi padre, pues era él quien en realidad tenía que pagar “mis románticas llamadas”. Pero poco podía hacer por remediarlo, pues no podía evitar el sentirme “ciber enamorada” de aquel españolito, quien al parecer también sentía lo mismo por mí.

Esos días eran muy hermosos para mí, teniendo en cuenta la ilusión que sentía por aquel muchacho y las ganas que tenía de conocerlo en persona algún día no muy lejano…

Nosotros ya habíamos intercambiado nuestras fotografías. Y aunque tengo que decir que Pedro no era tan atractivo que digamos, aun así me gustaba mucho. Su carácter fuerte, de “macho ibérico” y su tierna forma de tratarme, me tenían locamente enamorada de él.

A Rafael y a Jordi, jamás los había visto por fotos. Y aunque Rafael me trataba más como una amiga, el interés que tenía Jordi hacia mí era distinto, pues este no solo me llamaba por teléfono y me escribía cartas convencionales, sino que incluso había llegado a mandarme pequeños obsequios hasta Perú. Sí señor, vía correo aéreo.

Qué lindo era Jordi, me parecía tan romántico. Recuerdo que me preguntaba por mis cantantes favoritos para luego grabarme la música en unos CDs y enviármelos hasta Perú, todo un detalle.

……

Unos meses después de conocer a mis queridos amigos cibernéticos y de recibir mi ansiado grado universitario, salí de mi país rumbo a Barcelona, España. Tenía tantas ilusiones personales en aquel país. Sin embargo, a mis cortos años de vida, lo que más quería en ese momento era conocer a mi querido Pedro y ser feliz junto a él.

Nada más pisar suelo español, me di cuenta de que las distancias entre las ciudades no eran como yo me lo había imaginado en mi cabecita. Y aunque sabía perfectamente que el chico que me interesaba, no vivía en Barcelona, creía que iba a ser muy fácil gestionar nuestro encuentro.

Pero con el transcurso de los días empecé a decepcionarme, pues mi primera actividad en mi nuevo lugar se centró solo en el trabajo. Un trabajo que ya tenía incluso antes de llegar a España, el cual a primera instancia, me impedía hacer cualquier viaje, por más cercano que este fuese.

Por otro lado, Pedro y yo solo nos comunicábamos por emails (pues yo aún no tenía un móvil), que leía solo cuando podía acudir a un cibercafé. Pero de estos había muy pocos en Barcelona, pues en España, pasaba al revés que en Perú. En aquellos tiempos todo aquel que tenía Internet lo tenía en casa y apenas existían los lugares de alquiler público. Con suerte encontrabas uno o dos en el centro de la ciudad. Así que ya se imaginan hasta donde tenía yo que desplazarme para poder conversar con el dichoso Pedro.

Mi hermana mayor, la que me había recibido en Barcelona y con quien yo vivía, me había regalado un móvil muy bonito para mi cumpleaños. Yo estaba más que feliz y agradecida, pues no solo tenía “juguete nuevo” sino que además el medio perfecto para poder mensajearme con mis amigos, en especial con Pedro.

Pedro me llamaba de vez en cuando, pero cuando lo hacía me ponía tan feliz, que sentía que moría de amor por él, estaba en las nubes. Su voz y su acento tan peculiar, me tenían enamoradísima. Pero con el paso de los días, este dejó de mostrar interés en conocerme en persona, pues no hacía nada de nada por venir a conocerme.

Él vivía, aproximadamente, a tres horas, en tren, de donde yo me encontraba, tampoco era tan lejos, pero al parecer el susodicho no quería hacer ninguna inversión en nuestro “anhelado encuentro”.

¡Qué triste me sentía yo!, me la pasaba llorando y sufriendo. Y claro, en ese momento solo deseaba tener más tiempo libre y dinero para poder tomar un tren e ir a conocerlo, ¡Menuda chiquilla! Estaba hecha un trasto…

……

Por otro lado, Jordi quien se había convertido en un gran amigo para mí, por fin decidió llamarme para encontrarnos. A diferencia de Pedro, Jordi y Rafael vivían en Barcelona, pero con el segundo, ya había perdido contacto hace muchas semanas.

Jordi tenía varios años más que yo, incluso era mayor que mi hermana. Es decir tenía más de treinta años. Pero parecía ser un chico muy correcto y educado. Eso me agradaba de él.

Yo, le conté a mi hermana que quería conocerlo y que este me había invitado a comer a su casa con su familia. Después de pensárselo un poco, mi hermana, quien de cierta forma estaba a cargo de mí, me dio su consentimiento para irme a comer con mi “casi extraño” amigo, a quien aún no conocía ni en fotos ni en persona. Pero antes me sugirió que Jordi subiese por mí a la casa, para que de paso ella también lo conociera.

Sin ningún problema, Jordi vino a encontrarse conmigo a la casa de mi hermana. Aquel día yo estaba muy nerviosa pues estaba a punto de conocer al chico que me escribía cartas y enviaba música a larga distancia, pero al abrir la puerta y verlo, tengo que confesar que me llevé una gran sorpresa. Pues aunque Jordi solo me gustaba como amigo, yo me lo había imaginado de otra manera.

—”Hola Libia, encantado de conocerte”, me dijo Jordi muy sonriente, con un ramo de flores entre sus manos.

—”Hola Jordi”, igualmente le contesté yo, mientras le daba dos besos en las mejillas y a la vez recibía aquel lindo detalle que me había traído (y siempre tratando de no sonreír más de la cuenta).

Jordi lucía como un chico, no tan chico (más bien maduro), bastante subido de peso y sin pelo. Es decir era calvo. Además, llevaba lentes de luna gruesa y como si fuera poco había ido vestido con camisa y corbata.

Pero aún había más, pues también era un poco tímido y cuando se dirigía a mí tartamudeaba mucho, aunque esto supongo que era por los nervios que sentía, ¡pobre muchacho!

Tengo que admitir que aunque Jordi era muy educado y todo un caballero, me sentía muy rara por haber aceptado la invitación a su casa y además con su familia. Pero ya lo había hecho y no podía hacerle “el feo” dando un paso al costado.

Así que después de despedirme de mi hermana (quien me recomendaba mucho a Jordi), esta me sonrió con complicidad al cerrar la puerta. Yo, que pude traducir su sonrisa, sabía perfectamente que se estaba riendo de “mi galán”. ¡Ay, las cosas que me pasaban a mí!.

Ya en la calle, Jordi y yo nos dirigimos a su coche, y estando acomodados listos para irnos, él me sorprendió (aún más) con algo que me dejó sin palabras. Pues sacando de su bolsillo una cajita, que parecía ser una joya, me la entregó diciendo que era un regalo de bienvenida a España y que me lo había comprado con mucho cariño.

Yo no sabía si recibirlo o no, pues me sentía algo comprometida con ese regalo, pero él insistió en que abriera la cajita. Y al abrirla me encontré con un collar que parecía ser de oro, muy bonito y delicado. Y no pude rechazarlo cuando en aquel momento Jordi me pidió que dejase que me lo pusiera.

Yo estaba algo sonrojada, pero traté de disimular frente a él, y solo me quedo agradecerle por tan lindo detalle.

……

Cuando por fin llegamos a su casa. Sus padres y su hermana nos esperaban ahí. Jordi era un hombre de buena familia, eso saltaba a la vista, y su familia era tan educada como él. Todos me recibieron de una manera amable y fervorosa (demasiado exagerada diría yo). Y hasta el día de hoy no sé si era porque realmente estaban contentos de conocerme o porque querían “meterme por los ojos a su hijo”.

Después de mostrarme la casa y de brindarme todas las atenciones del caso, me invitaron a una deliciosa paella y otras delicias del mediterráneo. Pero a pesar de que estaba pasando una tarde muy agradable y disfrutando de una buena compañía, no podía evitar sentirme algo extraña, pues Jordi solo me gustaba como amigo y yo aún seguía ilusionada con Pedro.

Además, sentía que Jordi me estaba presionando con detalles que normalmente hacen “los novios formales”, pues al parecer se había hecho falsas ilusiones conmigo.

Aun así traté de mostrarme siempre amable y agradecida, pero para ser honesta, no veía la hora de irme a mi casa y escaparme de él y su familia. Me daba pavor el solo pensar que Jordi podía obsesionarse conmigo, pues yo no quería más que una pura amistad.

Finalmente, aquel día llegó a su fin y cuando volví a casa, mi hermana no dejaba de reírse de mí y de mi amigo de Internet (¡qué mala era!). Incluso se atrevió a decirme que Jordi se parecía mucho al “señor barriga” y para colmo era verdad.

……

Durante los siguientes días, yo meditaba en mi habitación la idea de no volver a conocer a nadie más por Internet. Y sobre todo de no volver a tener una “cita a ciegas”, pues podrían seguir causándome muchas decepciones y así hice.

Con el tiempo, el buen Jordi se dio cuenta de que no me interesaba en absoluto en el sentido romántico, pues los mensajes y llamadas telefónicas por mi parte eran muy escasas. Así que un día él también dejó de comunicarse conmigo. Eso me puso un poco triste, porque al fin y al cabo él me caía muy bien como amigo, quizá no encajamos mucho como pareja, pero él era una muy buena persona.

Pero lamentablemente las chicas a esa edad, casi nunca nos enamoramos de las “buenas personas”. Así que mejor no hice nada y lo dejé de aquella forma.

Por último, “mi querido Pedro”, también perdió el interés en mí por completo. Jamás vino a verme a Barcelona. Y después de un año y medio (cuando ya hasta me había olvidado de que existía), me llamó por teléfono, según él para saludarme y de paso para contarme que salía con una chica colombiana, quien aunque tenía un hijo y era madre soltera, estaba “muy guapa” y que él estaba enamoradísimo de ella, esas fueron textualmente sus palabras.

“¡Vaya que interesante, y a mí que me importa!”, le grité en voz alta después de colgarle el teléfono de la manera más grosera que pude.

“¡Faltaría más tener que escuchar a un tipo que no era lo que parecía y que un día me hizo perder mi tiempo y gastar mi dinero!”, me dije en voz alta, bastante enfadada.

Y de esa manera prometí nunca más volver a ilusionarme con nadie por Internet, aunque  nunca cumplí mi promesa, pero por el momento me quedé bastante “curada” con aquellas malas experiencias.

 

Texto: Libia CV        Fotografía: Creative Commons

 

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4 Comentarios
  1. Responder

    Carmen

    27 noviembre, 2020

    Hay amiga Libia…. Todas nos hemos llevado alguna desilusión y más en RRSS, pero bueno la vida sigue y lo que no te mata te hace más fuerte.

    Abrazos virtuales desde la Comunidad Valenciana.

    Carmen

    • Responder

      Libia Caceda

      30 noviembre, 2020

      Alguna o varias jajaja Besos Carmen!

  2. Responder

    Scarlet Ohara

    29 noviembre, 2020

    Qur divertido amiguita. Tu siempre tan enamorada. Fue toda una experiencia. De todo se aprende. Lindo relato. Un abrazo

    • Responder

      Libia Caceda

      30 noviembre, 2020

      Claro amiga! Siempre enamorada de la vida jejeje. Abrazos y gracias x pasarte!

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LIBIA CACEDA
Reino Unido

He creado este blog para plasmar mi pasión por los viajes y la fotografía. Espero que te guste y que de alguna forma te sirva como referencia para organizar tus viajes.

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